Ahora con la confianza restablecida – al menos por esta semana después de la caída en picada de la anterior en materia financiera – el tercero y último debate presidencial entre McCain y Omaba de mañana por la noche se avecina con mayor tranquilidad y en el que los candidatos deberán hacer gala para plantear propuestas concretas y conquistar a los indecisos.
El segundo debate, tras el primero de los candidatos a vicepresidentes, fue para el olvido. Con las bolsas del mundo en picada y con un plan de rescate unilateral estadounidense que no detuvo la hemorragia, los presidenciables tuvieron pocas chances de hacer ofertas. La gente y el mundo estaban concentrados en el debacle financiero más grande de la historia desde la “gran depresión” del 29 y cualquier propuesta de los candidatos estaba eclipsada por las de Henry Paulson, secretario del Tesoro y de Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal.
Mañana, mayor confianza de por medio, los candidatos hablarán sobre la reducción de impuestos, los incentivos económicos y los planes para generar empleo, aspectos que representan la mayor preocupación del ciudadano de a pie, que ya no está interesado por la guerra en Irak o el terrorismo.
Obama lleva la delantera en la intención de voto por un seis por ciento de acuerdo a un promedio de encuestas, lo que es poco alentador si se tiene en cuenta que McCain tiene la carga de ser del mismo partido que el impopular George Bush. En situaciones normales, Obama debería estar robando o ganando por goleada. Obama también tiene la delantera en la intención de voto de los indecisos, del 44% al 41%.
Estos indecisos y los independientes, estiman que el líder próximo debe tener más conocimiento en el manejo de la economía que de los asuntos foráneos.
Mañana concluyen los debates. A la hora de la verdad, no han servido para inclinar la balanza para uno u otro costado. El mayor acceso a la información y la generación de nuevos medios, como páginas de internet, blogs y la interactividad comunicacional, así como la mayor mediatización de la política, han hecho que los debates no tengan ese factor sorpresa de antaño. Los debates son más vistos que nunca, pero las ideas ahí vertidas son menos apreciadas, han quedado viejas comparadas al día anterior.
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