Un 57 por ciento de los hispanos que vive en EE.UU. teme a ser deportado, dejando de lado otros miedos que suelen aquejar a este grupo que conforma el 15.4 por ciento de la población del país, con 46 millones.
La deportación es el mal más temido, superior a otros como el desempleo o la segregación para encontrar vivienda o la discriminación social por razones de la etnia, según se desprende del informe “Encuesta Nacional de Latinos 2008” realizada por el Pew Hispanic Center. Este sondeo advierte que los hispanos, en un 63 por ciento, dicen que su situación es pero este año que en el 2007, argumentando que uno de cada 10 tuvo encuentros con policías que les exigieron papeles para comprobar su estatus migratorio.
A pesar de ello, por suerte para muchos hispanos, especialmente hondureños y nicaragüenses, los temores de la deportación quedaron atrás – al menos por 18 meses – ya que el Servicio de Inmigración de EE.UU. extendió el Estatus de Proteccción Temporal (TPS, siglas en inglés) hasta el 5 de julio del 2010.
Este programa inmigratorio – del que ahora se benefician más de 70.000 hondureños y 3.500 nicaragüenses - tiene como objetivo ofrecer estatus temporal y permiso de trabajo para aquellos que debieron abandonar su país por conflictos armados o desastres naturales, como fue el caso del huracán Mitch que destrozó Honduras y Nicaragua en 1999. Este año también, fueron prorrogados permisos para 229.000 salvadoreños que “escaparon” de los terremotos del 2001.
Las deportaciones para los grupos centroamericanos es una cuestión de Estado, no tan solo un problema inmigratorio. Si los hispanos de ese origen se vieran afectados por las deportaciones, serían sus propios gobiernos los que más sufrirían, ya que muchos países dependen de las remesas que los inmigrantes religiosamente semana tras semana, mes tras mes, hacen llegar a sus familiares, impulsando las economías nacionales.
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